La vida de Claudia Mejía González, integrante de la Unidad IPS CIB Laboratorio Especializado, está a disposición de Dios. La espiritualidad cobija su hogar brindándole fortaleza y bienestar a todos los miembros de su familia: su esposo; sus dos hijos, Michelle y Mateo; y su nieto Simón, son su adoración. Al acercarnos a la mujer que siempre nos recibe con una cálida sonrisa en nuestro paso por la Recepción, encontramos una persona intuitiva de semblante piadoso que gusta ayudar a los otros de manera generosa. Al cumplir 21 años de trabajo continuo en la Corporación, quisimos hurgar un poco en su vida para contemplar los variados matices de su alma, así se desenvuelve su historia.
“María Loida Higuita, quien hace poco se pensionó, es mi cuñada. María llevaba mucho tiempo en la CIB, me hablaba de los laboratorios y de todo lo que se hacía. Una vez me preguntó que si quería trabajar allá y con el paso de los días me dijo: ‘Clau, imagínate que mañana tienes una entrevista en la Corporación’. Recuerdo que la tuve un 25 de marzo de 1999”, expresa. Claudia pasó la entrevista y el periodo de prueba, desde el primero de abril del mismo año acompañó a María en Oficios Varios. Tenía, para entonces, 23 años de edad, una hija de cuatro años y un deseo interrumpido de terminar sus estudios. Al ser una mamá joven en un colegio de estricta disciplina religiosa, solo pudo llegar al grado décimo después de la noticia abrupta de su retiro.
El Dr. William Rojas y la Dra. Ángela Restrepo, cofundadores de la Corporación, desde el inicio manifestaron su cariño con una amable bienvenida. Claudia, ante las imágenes de su pasado, elige una anécdota en particular de sus primeros días laborales que le suscita pena y gracia: “Una vez el Dr. Rojas recibió una visita muy importante en la CIB, María estaba muy ocupada y yo los atendí. ¡Nunca se me va a olvidar esto! Les llevé los tintos a los médicos que estaban con él y uno se me regó encima de la mesa de reunión, esa mesa todavía existe. Todos brincaron y yo me puse a llorar, pero todos me ayudaron a limpiar y me tranquilizaron”, recuerda tímidamente.
Después de dos años y medio en Oficios Varios, el Dr. William Rojas le propuso seguir estudiando y visualizar un futuro mejor. Le brindó no solo la posibilidad de terminar su bachillerato, sino también un cambio progresivo del cargo para atender a los usuarios en la Recepción, aprovechando su personalidad acogedora. A partir del mes de junio, Claudia empezó a estudiar los fines de semana, y a recibir cursos en diferentes instituciones sobre servicio al cliente. Así transcurrió un año: medio tiempo en Oficios Varios, medio tiempo en la Recepción. Recuerda que también contribuía al cuidado de las plantas en el grupo de Biotecnología Vegetal.
Después de tres meses de prueba, más seis meses más laborando en la Recepción y justo después de su licencia de maternidad por el nacimiento de su hijo Mateo, recibió el cargo completo y se dedicó exclusivamente a la atención del público interno y externo. “Quisiera destacar la calidad humana de la CIB, hay muchas oportunidades de crecimiento. Doy la vida por la Corporación, yo no voy a la oficina a ganar dinero, voy porque quiero a la entidad a y las personas que contribuyeron en mi crecimiento personal. Todo lo que soy se lo debo a la CIB”, manifiesta. Claudia se graduó en 1995 de Secretaría Médica gracias al apoyo de la Dra. Luz Elena Cano y la Dra. Mirta Arango (QEPD). Con emoción recrea la siguiente escena: “La Dra. Lula me preguntó que si quería estudiar, me dijo que eligiera algo que me aportara para desempeñar bien mi cargo en Recepción. Me pagó desde el primer semestre hasta el derecho de grado”.
El servicio al cliente es uno de sus hobbies favoritos, gusta de atender a las personas y que queden satisfechas aunque esto implique en ocasiones discutir por cosas justas. Al acordarse de sus días pasados, enfatiza en las dificultades de aquella época: trabajar, estudiar, ser ama de casa, limitar el sueño, etc. Pero resalta la felicidad y el logro reconfortante de haber cumplido con un propósito: salir adelante gracias al apoyo constante de su familia, quienes representan los cimientos sólidos del amor.
Claudia se muestra transparente y abiertamente humana, no tiene miedo en reconocer sus errores y su lado menos amable: un fuerte temperamento; tampoco en dimensionar la otra vida, esa que quizá le hubiese correspondido al no buscar otra alternativa. “Mi situación económica era un poco difícil, gracias a este trabajo todo mejoró. Me hubiera sentido muy frustrada y quizá me hubiera dedicado sólo a ser ama de casa”. Muchas personas de la CIB que ya no están hacen parte de su historia vital al desempeñar un papel clave en su formación. La exigencia de la Dra. Ángela Restrepo, por ejemplo, a quien considera una de las mujeres más influyentes, es demasiado relevante. Pese a la dureza de las palabras y la crítica constructiva demasiado insistente, agradece infinitamente su aprendizaje. Claudia se abandona a la oración diaria para recibir la palabra de Dios, agradece todas las mañanas la vida, esta vida en la que es posible contemplar nuevos horizontes gracias a las bondades de aquellos que dan buscando solamente la satisfacción del bienestar y la felicidad compartida.
Elaborado por: Andrea Martínez