El pasado no solo sobrevive en archivos polvorientos resguardados en viejas estanterías de almacén, también yace en cada una de las narraciones fortuitas que reconstruyen la imagen de un país que forjó su identidad cultural a partir de las bondades de su tierra. Ante la nostalgia de una vida provinciana, los colombianos guardan cuidadosamente las evocaciones de su infancia entre los colores y los olores más característicos del campo, así como las tradiciones más arraigadas de los lugareños que a paso de mula los vieron crecer. La vida de Evelio de Jesús González, cacaocultor del municipio de Maceo, también tiene como trasfondo un imponente paisaje rural, el mismo que conocieron sus abuelos. Celebramos el Día Nacional del Campesino con un acercamiento a su historia personal y a su oficio, uno de los más importantes a lo largo del tiempo.
La familia paterna de don Evelio, oriundos de Cocorná, llegó a la subregión del Magdalena Medio a principios del siglo XX. Su abuelo se dedicó a la ganadería y al cultivo de caña y café. Posteriormente, su padre heredó el oficio y les inculcó el mismo amor a sus siete hijos. “Mi papá tuvo varias propiedades, las libramos entre todos. Recuerdo que en 1978 nos fuimos para una finca llamada La Argentina, ubicada en el municipio de Amagá, costó alrededor de 550 mil pesos y todos trabajábamos en ella los sábados y en el periodo de vacaciones, en ese entonces era muchísima plata”, recuerda.
Por tradición y vocación, después de muchos ires y venires, hoy es dueño de Cannes, una finca ubicada en el municipio de Maceo, en la vereda Alto Dolores, paraje Betulia. Siete hectáreas están destinadas al cultivo de cacao, tres a cítricos y dos a plátano. Hace 32 años descubrió los beneficios del cacao y se dedicó a cultivarlo con pasión. “Por mucho tiempo fui caficultor, pero me enamoré de la cacaocultura. Es un mundo muy amplio, a mí particularmente me interesa la investigación de clones. Constantemente estoy experimentando con híbridos para mejorar la calidad del cultivo”, expresa.
Una de las preocupaciones constantes de don Evelio es la resistencia, para él de nada sirve un árbol productivo que no sobreviva a los inesperados cambios climáticos. Por ello suma significativos esfuerzos a trabajar con árboles más tolerantes. “El tema de calidad es muy importante en el ámbito cacaocultor, los expertos dicen que la calidad de un cacao depende en un 30% y 40% de la genética y un 60% o 70% del proceso de fermentación. Hacia allá apuntan los mercados, hay que buscar unos nichos estratégicos para mejorar la oferta”, resalta.
Gracias a la presencia de CAESCA, que nació a partir de la articulación de asociaciones de producción de cacao con diferentes instituciones académicas e industriales donde la Corporación para Investigaciones Biológicas es la entidad líder, se busca mejorar la competitividad para promover la exportación de cacaos especiales. El acompañamiento de este equipo a los cacaocultores de los municipios de Maceo y Manaure, ha permitido vislumbrar oportunidades de mejora en los procesos de cultivo donde la experiencia física y sensorial es clave para determinar la potencia del producto.
Para don Evelio es gratificante el acompañamiento, esto le ha permitido proyectar a futuro un sueño en donde el turismo desempeñará un papel importante gracias a la construcción del Túnel de la Quiebra, una mega obra que lo ubicará estratégicamente a una hora y media de Medellín. “Me imagino en la vejez recibiendo la visita de extranjeros y dándole la oportunidad a todas aquellas mujeres que se han capacitado en el tema, quiero que ellas vendan buenos productos. Creo que dentro de unos años la cacaocultura va a ser un sector por importante dentro de la economía mundial, se está investigando mucho sobre las bondades del cacao”. A pesar del panorama desalentador al que el sector se ve expuesto, es optimista frente a las posibilidades que ofrece su oficio en el tema de empleo. “Allí pueden trabajar todos los que componen el núcleo familiar, desde niños a ancianos, todos pueden aportar. Es una lástima que en este momento los costos de producción sean tan altos, porque el futuro puede llegar a ser muy prometedor”, expresa.
Pese a la incertidumbre que genera la noticia abrupta de una pandemia, don Evelio dignifica su oficio y manifiesta que la única ventaja de este momento histórico es la futura valoración positiva del sector agropecuario: “¿Qué sería de las ciudades sin nosotros?”, pregunta. En sus recuerdos aún recorre las calles de aquel Maceo en donde existían alrededor de treinta trapiches que molían toda la semana y del que hoy solo quedan tres que se resisten al tiempo. Señala que la principal fuente de economía del pueblo sigue siendo la ganadería; pero que, gracias a la incursión del sector cacaocultor y a un golpe de suerte del destino, podrían escuchar resonar con orgullo el nombre del municipio en las ciudades más inesperadas del mundo.
Elaborado por: Andrea Martínez